Hace días que mi mente despierta minutos antes de que mi cuerpo comience a reaccionar. Logré sentir que los dedos de mis pies se movían y eso me reconfortó porque comenzaba a desesperarme, enseguida me habló un dolor de cabeza y quise regresar a separar la mente del cuerpo otra vez.
Me paré de la cama y me fui a lavar la cara, me miré al espejo y el rímel corrido me hacía lucir acorde a como me sentía; necesitaba tomar aire fresco. Al buscar las llaves del apartamento en la chamarra de la noche anterior encontré en el bolsillo un papel arrugado con un escrito plasmado que decía: “el gusto es mío, vámonos los tres… la falda, tu y yo”, seguido por una serie de números que supuse eran un teléfono celular, traté de recordar algo de la noche anterior pero no reconocí al autor y no trate de hacerlo, pues la lucha por despertar a mi cuerpo en la mañana me tenía cansada.
Salimos del apartamento mi perra y yo, cerré el portón y saludé al señor que estaba tocando la marimba afuera de mi edificio como todos los Domingos, el saludó a Frida y no me saludó a mí pero en realidad en ese momento lo quise mucho, porque fue hasta escuchar el alborozado y jaranero sonido junto al aire fresco en mi piel que me reaccionó el alma y por fin desperté completamente.
Cuando era niña, Lupita la secretaria de mi madre me enseñó a descifrar a las personas por la forma de las letras en su escritura; en ese entonces pensaba que era una farsa porque alguien con esa capacidad no estaría aguantando a su jefe con poca memoria y facilidad de culpar a los demás por sus olvidos; sin embargo era divertido y ella una buena persona, así que hacía como que su teoría era refutable para mí. La verdad es que desde entonces es algo que sigo haciendo y no puedo conocer a alguien sin ver como escribe, siempre me ha gustado hacer historias sobre desconocidos y comienzo a creer que es una ciencia exacta, pues nunca he fallado una descripción y mis conocimientos tampoco me han sacado de pobre.
Los escritos a pulso son sinceros, y no hay algo que disfrute más como el manuscrito de alguien que es congruente con sus palabras y el movimiento de su mano. Es como admirar la sinergia de un trabajo completo, la mente jalando la mano para palmar los pensamientos en papel y el reflejo no solo de lo que traes adentro, si no lo que tu cuerpo manifiesta. Pueden mentirme en mi cara y ser una ilusa pero soy buena reconociendo mentes y palabras disociadas cuando escriben, también puedo leer la estrofa más pasional pero si las letras pintadas no me hablan no logro sentir nada; eso es algo que me ha ayudado a alejarme o confiar en las personas.
Caminando pensaba en la nota escrita y el deseo de descifrar al autor extraño de la noche anterior; era lógico que era un hombre, pues era alguien al que le gustaba mi falda y mi falda a él, también creí que era alto porque mostraba seguridad en la fuerza de calcar la tinta al papel y suelo intimidar a los hombres bajos, era muy claro que estaba muy borracho porque le temblaba la mano al escribir y si es que fue un buen compañero mi amnesia y resaca lo comprobaban.
Frida y yo llegamos al parque que frecuentamos, yo me senté en una banca y ella comenzó a correr sin objetivo de llegar a lugar alguno, la libertad con la que se movía y la fuerza en sus muslos me provocaba envidia.
Seguía intrigada por el mensaje anónimo y misterioso encontrado en mi chaqueta de piel, metí la mano al bolsillo y volví a leer el arrugado papel; me reí por la osadía de aquel tipo al haber invitado a mi falda y puse atención en la manera en que pegaba las letras, visualmente creaban armonía y me emocionó el detalle de que hubiera escrito en tinta y papel, volví a mirar a Frida y me hizo sentir que necesitaba hacer algo que me hiciera sentir como ella: correr sin pensar a donde ir.
Comencé a imaginar a donde iríamos y visualice la playa, porque si él me hubiera preguntado a donde querría ir eso le hubiera sugerido, aunque seguramente la de la idea de irse fui yo, porque borracha siempre me quiero largar de donde estoy.
Pensar en eso me incitó a marcarle y descubrir finalmente al hombre de las noches y las tildes largas, así que saqué el celular de mi bolsa y cuando comencé a marcar me di cuenta que era el número de mi propio teléfono celular y yo la autora de la nota.
Me sentí estúpida por no haberme dado cuenta antes y ya no quise pensar en aquel tipo y porqué conservaba ese papel; había descubierto que era la chica ebria y osada de la falda corta y las piernas altas, algo que yo ya sabía. Así que me pare de la banca y Frida corrió enseguida a mi lado, la miré y le dije: vámonos las tres… la falda, tu y yo. Ella sonrió.
Olivia.
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