martes, 10 de septiembre de 2013

Participante: Koyontok - Sin título


La primera vez que visité otros mundos, aun siendo pequeño, fue cuando un extraño adulto intentó asustarme mostrándome cómo una serpiente se había tragado un elefante. Mi preocupación era mayor, necesitaba urgentemente dónde resguardar mi cordero del frío; aquél que se decía volar por los aires, construyó el refugio perfecto. Yo viajaba por los diferentes planetas cercanos al mío, también poseía una flor hermosa y exigente que me enseñó que el amor era tan delicado como para expresarse sólo con palabras; me hice amigo de un zorro silvestre, los dos nos domesticamos al mismo tiempo aprendiendo a disfrutar los pocos momentos que representaba la amistad. Mi planeta era pequeño como yo, los baobabs lo abarcarían en su totalidad muy pronto, una serpiente me ayudó a despedirme de mi niñez. Para mi suerte no maduré, sólo me dolió. No menos que cuando estuve esperando 99 noches bajo el balcón de mi amada, soportando tormentas y el calor del ardiente sol que no era menor al de mi corazón, sostenido solamente por mi sueño; en la noche crucial me reconocí tan fuerte que tuve el valor de alcanzarme, decidiendo alejarme de quien no lo haría conmigo. Ahora no tan sólo la perdono sino también le agradezco ese crecimiento; fue así que dándome la vuelta, me puse la corona y salí a la calle, después de haber pagado una fortuna por mi traje de sedas invisibles; tanto los farsantes de mi cortejo como los súbditos se burlaban en silencio de mí al no soportar la desnudez de mi ser, la verdad abierta y expuesta les incomodó; caminé erguido y orgulloso de quien era. Para los demás me volví un loco que con mis 7 yos transitaba por el mundo de las máscaras, bajé hasta el centro de la tierra, descubriendo prehistóricos tiempos, el volcán me arrojó hasta el olimpo donde conocí las deidades fruto de los miedos, pasiones y virtudes humanas; me propusieron la prueba de domar al minotauro en mi laberinto interior. Poco tiempo después, estaba huyendo de los egipcios quienes nos tenían como esclavos, tras varias generaciones decidimos confiar en ese Dios que nos quería libres. Nos encontrábamos encerrados entre las armas del faraón y el mar, nuestro guía no dudó en levantar su báculo y el mar comenzó a abrirse, estoy seguro que ni él sabía lo que sucedería, ya que su mirada estaba tan sorprendida como las nuestras, no sabíamos qué hacer, hasta que nos ordenó cruzar en medio de esos muros de agua. Íbamos temerosos de que se cerraran, inicialmente costaba trabajo caminar, mas no así correr, cuando vimos que se acercaba el ejército egipcio, el mismo camino se abría para fugitivos y perseguidores, cuando el último de los que nos queríamos salvar cruzó el mar, éste se cerró, ahogando al ejército y su armas. ¡Éste Dios libertador era de los míos! Recorrí el desierto, montañas, algunos ríos, los 7 mares, guerras y conquistas. Recuerdo bien aquella vez que, purgando cadena perpetua, nos dieron la opción de quedarnos en la prisión o embarcarnos a las Indias con un ilusionista aventurero, tal vez enamorado de la reina; si yo hubiera sido el rey de España, también le hubiera dado las 3 carabelas para que partiera inmediatamente con una tripulación de maleantes y asesinos. Como el burro que tocó la flauta llegamos a una isla, que nada tenía que ver con los mapas que llevábamos, nuestro capitán más que desconcertado estaba animado, como si hubiera descubierto nuevas tierras para nuestro rey, nos apoderamos de piezas de valor y algunos emprendimos el regreso para mostrarle lo que habíamos encontrado, inmediatamente se armó un ejército y algunos sacerdotes para conquistar y llevar más almas a dios, que en ese momento no se parecía para nada al que yo había conocido en Egipto. La conquista la ganamos porque dejamos vulnerables con nuestros desconocidos virus a buena parte de la población, de no haber sido así hubiéramos perdido y regresado fracasados. También con mi ojo de vidrio me tocó ver cómo llegaban estos hombres barbados, teníamos la creencia que él volvería, para ese entonces yo era comerciante, casado con una hermosa princesa de la ciudad de la nubes, al rey mexica le llevaba exóticos regalos contándole mis extraordinarias aventuras para que no dudara en subsidiar mis viajes; maté a todo un pueblo cuando eligieron a mi hija virgen para ser sacrificada a nombre de uno de los dioses, participé en las guerras floridas, me capturaron obligándome a contar mis historias para el rey de los barbados que abusando de su fuerza había sometido a los hombres y violado a nuestras mujeres; fui condenado a la hoguera. Cansado de esperar en mi celda, emprendí un viaje cruzando todo Europa y Rusia hasta llegar a Japón buscando gusanos de seda, por fin llegué a la isla, que permanecía cerrada al mundo, después de ser llevado con los ojos tapados y haber descubierto la trampa del negociador, conocí una mujer que me cautivó; aquel amor fue diferente, la amé por medio de su mensajera hasta perder los estribos arriesgando la vida y lo poco que me quedaba. Claro que todo esto sucedió antes de quedarme ciego con esa espesa leche blanca, fuimos encerrados en un manicomio, por miedo al contagio general, las peores cosas de la bajeza humana las vivimos ahí; cuando los ladrones pidieron mujeres como tributo por la comida, automáticamente se condenaron a muerte, el manicomio fue incendiado acabando con ellos primero, salimos a la calle, el gobierno ya no existía, los políticos se habían ocupado en puestos mejores, eran cómicos o curanderos, oficios útiles a los demás; sucedió gracias a que la prensa dejó de hablar de ellos e hicimos caso omiso a sus guerras, arrestos y cuotas impuestas para vivir esta utopía.

Puedo contarles más sobre los caminos, vidas, mundos, profesiones, pasiones, muertes y sueños que he vivido, pero actualmente acabo de nacer en China en medio de una revuelta porque los japoneses quieren conquistar el país, tengo 7 hermanas…

 Koyontok.

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