Para escribir no basta la
voluntad o el talento.
Tampoco las ganas de que
te lean o te aplaudan o de plano, te hagan una sabrosa reverencia.
Lo verdaderamente
indispensable es tener un voluntario que tenga a bien someterse al
sacrificante tormento de tratar de digerir lo que en algún
inspirador episodio, salió impelido de dentro tuyo.
No es tarea fácil o
agradable pero siguiendo algunas sencillas recomendaciones, podrás
intentarlo sin hacer el ridículo.
Habla de lo que gustes,
solo no esperes que le guste a todo el mundo.
Cuando des rodeos para
explicar, procura no marearte antes que él.
Invierte algo de tiempo y
esfuerzo en construir situaciones más o menos verosímiles. (Pero no
olvides que vivimos en México!)
Cultiva un lenguaje
simple, directo y utiliza con mesura el estilo avasallador y
contundente. Es decir, apantalla cuando sea pertinente. ¿Cuándo es
eso? Bueno, eso no es sencillo de explicar… y estas son sencillas
recomendaciones.
Recurre con frecuencia a
citas (trata de dar crédito a todos aquellos que han pensado antes,
lo mismo que tu. Ni modo, el que llega primero…) pero no atosigues
con ellas.
Con estas y algunas otras
ideas, podrás ir cultivando a tu silvestre pupilo, llevándolo de la
mano por el camino correcto, con tu acuciosa supervisión, casi, casi
sabia guía.
Hasta que termine de
leerte y, hastiado, rescate tu escrito del bote de basura… para
mejor quemarlo.
Josalgun.
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