Hace frío, mi abrigo de piel me abraza y me regala un poco de calor, siento que dentro de mí la soledad me ataca, me congela la voz. Te espero, aquí estoy, no importa cuánto tardes, si un día llamé tu atención y me elegiste, sé que esperas el momento adecuado para volver a mí. No importa, no me iré.
Te veo pasar, muchas veces indiferente, corriendo, sin mirarme siquiera, en ocasiones haces un alto y tu dedo me roza la cara, me emociono con la esperanza de que esta vez me escuches, te quedes, pero te distraes fácilmente, volteas la mirada y la distancia se cuela entre nosotros haciendo imposible alargar nuestro momento.
Muchas veces me tomas, me hueles, recorres mi cuerpo y con ansiedad deseo que me poseas, pero arrepentido me devuelves a mi lugar, me aterrizas y el olvido llega nuevamente.
El día de hoy se ha alegrado mi vida, te has acercado a mí, de forma decidida, sin prisas. Tus ojos me recorren con todos los sentidos, ansiosamente me llevas a tu habitación, me dejas a un lado de tu almohada. Te alejas y escucho como te preparas, te imagino cambiándote la ropa, buscando algo cómodo para estar juntos, los segundos de espera son infinitos, pero escucho tus pasos, ya te veo cerca, creo que el momento ha llegado.
Preparas la cama, esponjas la almohada, te recuestas y me acercas a ti.
Deseo contarte mi historia, hablarte al oído, darte compañía, ser quien te lleve a lo inimaginable, a lo infinito; deseo robarme tus lágrimas, escuchar tu risa, compartir tu miedo y consolar tu alma triste, mostrarte la vida, contarte una historia, volar al futuro, a lo absurdo, llevarte en brazos a tus fantasías.
Quiero enamorarte con versos, con frases suaves para que te des cuenta que sin ti no soy nada, que solo con tu voz existo, que mi historia sin ti es incompleta.
Necesito que sepas, que nací solamente para que tú me leyeras.
Tu libro.
Julia Coe.
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