Heme aquí tratando de
escribir. Sin embargo, a mí lo que me gusta es leer.
“Escribir no es
normal. Lo normal es leer y lo
placentero es leer; incluso lo elegante es leer. Escribir es un
ejercicio de masoquismo; leer a veces puede ser un ejercicio de
sadismo, pero generalmente es una ocupación interesantísima”.
Roberto Bolaño
Mi mamá dice que aprendí
a leer cuando tenía 4 años, y desde entonces no he parado. Para mí,
los libros han sido fuente de entretenimiento, adalides de mi
libertad porque me eximían de labores tediosas. Siendo la mayor de
5 hermanas, me podían molestar para pedirme que las cuidara, que las
cambiara, que las entretuviera pero ¡ahhh!, si yo tenía un libro
entre las manos, mi papá decía: “¡Déjenla leer!”
Los libros eran
depositarios de tesoros que sólo podían descubrirse si uno estaba
dispuesto a pagar el precio de leerlos. ¿De qué trataría el del
lomo azul? ¿Aquel gordo? ¿Serían más divertidos los delgados?
Recuerdo que en la primaria había una biblioteca dentro del salón,
pequeña y con un tapete para poder tirarse sobre unos cojines y, si
uno terminaba pronto la tarea asignada, podía irse a ese espacio a
leer.
Yo iba ahí y me quedaba
insatisfecha con lo leído ahí y quería saber en qué terminaba,
así que pedía poder llevármelo a casa. A veces se podía, a veces
no. Y luego los libros de Santillana de Español que llevaba en la
escuela, tenían extractos de obras que me dejaban con la miel en los
labios. Pedía los libros a mis papás para enterarme en qué
terminaba la historia.
Debo reconocer que soy
lectora-chismosa. Muchos libros los he leído buscando comprender un
periodo histórico, conocer la vida de un personaje que me intrigaba,
entender otras maneras de pensar, ponerme en los zapatos de otro por
unas horas. Las primeras novelas que leí, fue porque vi una película
y me decían “Está basada en un libro” y quería leer el libro.
Casi sin excepción, me han parecido mejor los libros que las
películas. Y, sin importar el libro, me ha dejado un beneficio
(aunque sea aprender a alejarme de x autor). Todos me hacen
cuestionarme quien soy, quien pienso que soy, cómo puede ayudarme a
saber más de mí (o los demás) a través de la trama y sus
personajes. ¿Habría hecho yo lo mismo en esa circunstancia? ¿Estoy
de acuerdo con lo que hizo ese personaje? ¿Me cae bien porque piensa
como yo? ¿O resulta que no soporto a este otro porque me refleja lo
que no he querido reconocer en mí misma?
Poco a poco, vas
aprendiendo que tienes un particular gusto lector. Ya reconoces y
sientes como amigos a tus autores preferidos, y sabes qué te puede
gustar y qué no. Sin embargo, es bueno estar abierto a experimentar
y dejarte sorprender por un autor, o un género nuevo. Y así, sin
tener conciencia de cómo, los libros se van encadenando. Un libro te
sugiere otro, sea porque el autor tiene x amigo que escribe que te
apetece conocer, porque en el libro son mencionados otros
libros/autores, porque conoces algo de la vida del autor y sabes que
ciertas lecturas influyeron en él. Llega un momento que para el
lector, se vuelve normal comprar más libros de los que se pueden
leer, o tener en la mesilla de noche más de un libro (que quizás se
lee sólo uno pero ¡se tiene la intención de leer pronto los que
están ahí!).
¿Y quién puede leer lo
que se va proponiendo? Yo no. Tengo una lista en mi cabeza y luego
alguien me dice “¿ya leíste a x? ¡Es buenísimo!” y ¡sopas!
así nomás, se ha colado uno al primer lugar de esa lista. Puedo
jurar que cada vez que paso frente al librero, donde tengo los libros
que me había propuesto leer escucho un murmullo: “¡Traidora! ¡Qué
te he hecho! ¿Acaso no recuerdas la ilusión con que me compraste?”.
Y ese afán de leer más,
de tener en casa los libros (y de cuando en cuando acariciar su lomo
y susurrar como Gollum “mi tessorrroooo”) crea el problema del
espacio en los libreros. Comienza uno a ver cómo se pueden acomodar
los muebles de distinta manera para meter un nuevo mueble donde poner
más lecturaas.
Así,
la vida del lector es caótica. Vivimos parte del día en otro mundo
mientras leemos. Y cuando no estamos haciendo eso, estamos pensando
qué leeremos a continuación, o qué estaría pensando el autor
cuando escribió lo que he leído, o estamos elucubrando cómo meter
otro librero sin que los demás habitantes de la casa protesten. Pero
sin importar el caos, los libros han inyectado vida a mi vida. Gusto
por la aventura, el misterio, por mirar desde la comodidad de mi
hogar tragedias lejanas en el tiempo y espacio, pedazos de mi
humanidad regada en otros personajes sabiendo que estoy segura en mi
sillón, protegida por mi manta y mi café caliente a un lado. Por
eso digo que a mí lo que me gusta, es leer.
Lectora chismosa
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