martes, 10 de septiembre de 2013

Participante: Lectora chismosa - Sin título



Heme aquí tratando de escribir. Sin embargo, a mí lo que me gusta es leer.

Escribir no es normal. Lo normal es leer y lo placentero es leer; incluso lo elegante es leer. Escribir es un ejercicio de masoquismo; leer a veces puede ser un ejercicio de sadismo, pero generalmente es una ocupación interesantísima”.

Roberto Bolaño

Mi mamá dice que aprendí a leer cuando tenía 4 años, y desde entonces no he parado. Para mí, los libros han sido fuente de entretenimiento, adalides de mi libertad porque me eximían de labores tediosas. Siendo la mayor de 5 hermanas, me podían molestar para pedirme que las cuidara, que las cambiara, que las entretuviera pero ¡ahhh!, si yo tenía un libro entre las manos, mi papá decía: “¡Déjenla leer!”

Los libros eran depositarios de tesoros que sólo podían descubrirse si uno estaba dispuesto a pagar el precio de leerlos. ¿De qué trataría el del lomo azul? ¿Aquel gordo? ¿Serían más divertidos los delgados? Recuerdo que en la primaria había una biblioteca dentro del salón, pequeña y con un tapete para poder tirarse sobre unos cojines y, si uno terminaba pronto la tarea asignada, podía irse a ese espacio a leer.

Yo iba ahí y me quedaba insatisfecha con lo leído ahí y quería saber en qué terminaba, así que pedía poder llevármelo a casa. A veces se podía, a veces no. Y luego los libros de Santillana de Español que llevaba en la escuela, tenían extractos de obras que me dejaban con la miel en los labios. Pedía los libros a mis papás para enterarme en qué terminaba la historia.

Debo reconocer que soy lectora-chismosa. Muchos libros los he leído buscando comprender un periodo histórico, conocer la vida de un personaje que me intrigaba, entender otras maneras de pensar, ponerme en los zapatos de otro por unas horas. Las primeras novelas que leí, fue porque vi una película y me decían “Está basada en un libro” y quería leer el libro. Casi sin excepción, me han parecido mejor los libros que las películas. Y, sin importar el libro, me ha dejado un beneficio (aunque sea aprender a alejarme de x autor). Todos me hacen cuestionarme quien soy, quien pienso que soy, cómo puede ayudarme a saber más de mí (o los demás) a través de la trama y sus personajes. ¿Habría hecho yo lo mismo en esa circunstancia? ¿Estoy de acuerdo con lo que hizo ese personaje? ¿Me cae bien porque piensa como yo? ¿O resulta que no soporto a este otro porque me refleja lo que no he querido reconocer en mí misma?

Poco a poco, vas aprendiendo que tienes un particular gusto lector. Ya reconoces y sientes como amigos a tus autores preferidos, y sabes qué te puede gustar y qué no. Sin embargo, es bueno estar abierto a experimentar y dejarte sorprender por un autor, o un género nuevo. Y así, sin tener conciencia de cómo, los libros se van encadenando. Un libro te sugiere otro, sea porque el autor tiene x amigo que escribe que te apetece conocer, porque en el libro son mencionados otros libros/autores, porque conoces algo de la vida del autor y sabes que ciertas lecturas influyeron en él. Llega un momento que para el lector, se vuelve normal comprar más libros de los que se pueden leer, o tener en la mesilla de noche más de un libro (que quizás se lee sólo uno pero ¡se tiene la intención de leer pronto los que están ahí!).

¿Y quién puede leer lo que se va proponiendo? Yo no. Tengo una lista en mi cabeza y luego alguien me dice “¿ya leíste a x? ¡Es buenísimo!” y ¡sopas! así nomás, se ha colado uno al primer lugar de esa lista. Puedo jurar que cada vez que paso frente al librero, donde tengo los libros que me había propuesto leer escucho un murmullo: “¡Traidora! ¡Qué te he hecho! ¿Acaso no recuerdas la ilusión con que me compraste?”.

Y ese afán de leer más, de tener en casa los libros (y de cuando en cuando acariciar su lomo y susurrar como Gollum “mi tessorrroooo”) crea el problema del espacio en los libreros. Comienza uno a ver cómo se pueden acomodar los muebles de distinta manera para meter un nuevo mueble donde poner más lecturaas.

Así, la vida del lector es caótica. Vivimos parte del día en otro mundo mientras leemos. Y cuando no estamos haciendo eso, estamos pensando qué leeremos a continuación, o qué estaría pensando el autor cuando escribió lo que he leído, o estamos elucubrando cómo meter otro librero sin que los demás habitantes de la casa protesten. Pero sin importar el caos, los libros han inyectado vida a mi vida. Gusto por la aventura, el misterio, por mirar desde la comodidad de mi hogar tragedias lejanas en el tiempo y espacio, pedazos de mi humanidad regada en otros personajes sabiendo que estoy segura en mi sillón, protegida por mi manta y mi café caliente a un lado. Por eso digo que a mí lo que me gusta, es leer.

Lectora chismosa

No hay comentarios:

Publicar un comentario