Tu silencio inquieta hasta la hoja en blanco. Tu llamado no se escucha. El espacio espera con nostalgia. ¿Dónde estás, qué ha sucedido, acaso te perdí?
Quien si no tú, la voz envuelta en un enigma y una exigencia, perturbadora del espacio donde brotan las palabras, permites a la existencia asomarse para que otros la vean en lo escrito, escandalizas al silencio para hacer retumbar otras voces yacentes en letras aún sin tinta.
Puedo buscarte en donde estés. Sé que puedo encontrarte recorriendo todas las historias escritas y aún en la mente de quienes las crean.
Preguntaré a la Literatura si al nombrarte puede darme una noticia, o invocándote pueda el azar con ironía ejercer otro sentido, reclamar posibilidad. Y de repente... verte volver.
P.D.:
Las palabras nos tocan, nos sacuden, nos matan, cuando son dichas con intención, con fragor. Les pertenecen a todos, son democráticas. Pero son apropiadas por aquellos que tienen el don, el talento de saber escogerlas antes de ser escritas. Con el firme deseo de incidir, como quien piensa realizar una jugada de ajedrez, tocar un instrumento musical o disparar una flecha. Sin la certeza de su efecto, pero albergando una confianza interior, una fe literaria, de saber que lo que se está a punto de decir tendrá el efecto que pretende.
Una incisión que se mantendrá y no sanará aunque su lectura haya cesado tiempo atrás, ya sin recuerdo.
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