En los días aburridos y de cielo apagado
las palabras de la infancia regresan:
el otoño rememora heridas insignificantes
en una edad en la que todo era enorme,
la nostalgia se encierra entre diez pilares
donde habitan palabras que se olvidan
y al crecer descubro el tiempo,
la muerte me empieza a hablar al oído
y va decreciendo lo que pensaba enorme.
Las palabras se moldean cuando los años
dejan de hablarme con voz de niño,
en momentos donde se adolece de lo absurdo
la lujuria se me vuelve un espejismo
al saber que entre nadie mi silencio es escuchado,
me sospecho solitario, la carne me basta por esta noche.
Sé que después estaré en una edad en donde
las preguntas abunden como flores
y el sol ya no sea tan ardiente
como en el otoño de la infancia,
recordaré mis manos diminutas
en el atardecer con hojas que caían
y veré la herida donde la memoria de la sangre
libere el llanto de niño envejecido.
Tendré dudas de pronunciar ciertas palabras
por el temor de que mi corazón ya no me crea.
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